¿Por qué se habla tanto de Neurociencia ahora? Neuroeducación, neuropsicología, neurodesarrollo, neuromarketing…

Hoy en día no paro de ver este prefijo por todas partes. Personalmente, no creo que hoy se dé más importancia que antes o esté de moda especialmente, lo que creo es que los avances en los últimos años en estas áreas, gracias a técnicas de imaginería en vivo, están siendo muy potentes y permitiéndonos abrir los ojos a todo un mundo nuevo.

En los últimos años he usado la Teoría del Cerebro Triuno (Paul McLean, 1949) en muchas ocasiones. Y es que es un modelo teórico simplista, pero que a padres y profesorado nos ayuda a entender muchas cosas, a tener una visión más compleja de lo que está transmitiendo el alumnado con su conducta.

Tras esta llegó la Teoría Polivagal (Stephen Porges, 1995), que ha ayudado a complejizar nuestro entendimiento y revolucionar la visión del ser humano y su salud psicofisiológica. Y pese a ser una gran revolución, aún no ha llegado a tener el calado en nuestra sociedad que se merece.

Como transmite Rafael Nieto, uno de nuestros maestros en Neurociencias, considero fundamental que este conocimiento esté en las aulas. Desde que mi hijo entrara el curso pasado en la escuela infantil, está aprendiendo sobre su cuerpo, está en todos los planes educativos como un objetivo fundamental en todas las edades.

Conoce al detalle el proceso de la digestión, la respiración y el corazón, pero sobre los cerebros y Sistemas Nerviosos es poco aun lo que se incluye en nuestro aprendizaje: cerebro, sistema vagal, sistema simpático, cerebro del intestino, del corazón…  Conocernos a nosotros mismos en cómo sentimos, pensamos y funcionamos es Neurociencia, está más al alcance de todos de lo que pensamos, y es fundamental en nuestros procesos de aprendizaje. Así que, en las próximas semanas va a ser mi objetivo con la clase de 4 años de mi hijo, llevarles este conocimiento de manera didáctica, práctica, de forma que ellos lo puedan entender. Que en su vocabulario emocional entre también “sentirse conectados, sostenidos” o saber reconocer cuándo y por qué se quedaron “congelados”.

A mi parecer, las personas que trabajamos con otras, y muy especialmente las que trabajamos con niños y adolescentes, tenemos la responsabilidad de actualizarnos continuamente y de llevar este conocimiento al aula, a las salas de terapia, a nuestras casas. ¿Cómo puedo enseñarles a comer sano si no conocen sobre nuestra digestión? ¿Cómo voy a enseñarle a conocerse a sí mismo, cómo voy a practicar Mindfulness con ellos, cómo voy a ayudarles a sanar profundas heridas si no saben qué órganos y cómo están implicados?

Mercedes Laboisse, psicóloga