La sociedad es maravillosa. Estamos inmersos en un mundo de permanentes avances en ciencia, tecnología, con cada vez mayor capacidad de expansión y posibilidades de crecimiento. Esto genera, en el ambicioso ser humano, una especie de atracción fatal hacia la ilusión de una mejor calidad de vida, de mayor confort y posibilidades. Sin embargo, a medida que el tiempo avanza, nos encontramos más lejos de aquello que cada vez más deseamos, el bienestar mental, la paz interior, la armonía, equilibrio psicológico y emocional.
¿Por qué ocurre esto si lo tenemos todo para ser felices?

 

En el día a día, nos enfrentamos a numerosas situaciones estresantes. Sin embargo NO EXISTEN hechos estresantes, sino que depende de quién evalúe dichos hechos. Por tanto, lo que determina que una situación sea estresante es la interpretación de la persona que la evalúa. Así, la percepción resulta ser desde el punto de vista psicológico, la evaluación de los hechos desde nuestros propios procesos emocionales y racionales. Esto explica porqué un hecho determinado resulta estresante para uno y no para otro.

Parece sencillo entonces vivir sin estrés, agobios, sin malestar, se trata simplemente de cambiar la percepción que tenemos del mundo. ¿Pero cómo se hace esto?

Generalmente, este malestar psicológico viene dado por pequeñas frustraciones que se van sucediendo a diario por no atender a nuestras necesidades. Estamos acostumbrados a atender únicamente aquello que no está bien, viviendo en el futuro o en el pasado, nos atormentamos por lo mal que le hablé a mi hijo ayer o por la falta de tiempo que tendré mañana para realizar no sé qué tarea. De este modo, dedicamos un 80% del tiempo a pensar sobre el problema y tan solo un 20% a la resolución del mismo. Esto no es debido a una incapacidad del ser humano sino a una falta de entrenamiento.
A través del autoconocimiento, llegaremos a la Compasión y la Autocompasión, lo que nos ayudará a relacionarnos con dichos eventos de un modo no enjuiciador y abierto al dolor.
En el trabajo del crecimiento personal, no se persigue el borrado de las llamadas “emociones negativas”, sino la aceptación de las mismas y por tanto, la reducción de su intensidad, frecuencia y duración. Tal y como demostró un estudio de Ortner, investigadora de la Universidad de Toronto, las personas que encuentran un espacio para el autocuidado y la autoescucha, poseen un mayor control emocional que las personas que no lo practican.
De este modo y de forma transversal, se produce una mejora en las relaciones interpersonales. En la medida que me conozco, adopto formas más apropiadas de enfrentarme a situaciones de estrés y se produce un incremento en las habilidades para comunicar emociones al otro. (Esto mismo lo confirma un estudio de Wachs y Cordova en 2007)
Cuando empezamos a conocernos a nosotros mismos, dejamos a un lado las culpas, hacia uno y hacia los demás, empezando a trabajar con la responsabilidad. ¿Qué parte puedo solucionar yo? ¿Qué depende de mí? Si el problema tiene solución, ¿de qué me preocupo?, y si no la tiene, ¿de qué me preocupo?
Pero el trabajo de crecer emocional y psicológicamente, no solo es una cuestión de mejorar nuestra salud y bienestar en el presente. A la larga, se producen cambios medibles en el cerebro. Investigadores estadounidenses de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard y del Hospital General de Massachusetts demostraron que la meditación y el cuidado hacia uno mismo, aumenta el tamaño de los Telómeros, (estructuras que se relacionan directamente con el envejecimiento y el desarrollo de ciertas patologías asociadas a la vejez).

Hay diferentes formas de realizar un trabajo de crecimiento personal y autoconocimiento, el más conocido es la terapia individual. Sin embargo, cuando no estamos frente a una patología concreta o un problema grave, existen otras muchas formas de hacerlo. Una muy interesante por diferentes motivos, es mediante un proceso grupal.
Los seres humanos, somos seres sociales. Desde pequeños, es en la relación con el otro donde crecemos, aprendemos, disfrutamos y sufrimos. Es de hecho donde conformamos nuestro auto-concepto y satisfacemos nuestras necesidades.
¿Se os ocurre otro espacio mejor para solucionar nuestros conflictos que allí donde emanan?
El poder expresarnos en un grupo de confianza, al que sentimos que pertenecemos y en que nos aceptan, es en sí mismo liberador. Esto provoca de forma directa un aumento en nuestra autoestima y seguridad. Por otra parte, el escuchar experiencias de otros, amplía nuestra visión, dándonos diferentes paradigmas desde los que enfocar situaciones y conflictos. Además, en los procesos grupales, cada uno expone solo aquello que desea, trabajando únicamente lo que él/ella mismo/a elije en ese momento, ejercitando la libertad individual.

En los grupos de crecimiento personal se trabaja desde la ayuda, la colaboración y la aceptación de los miembros que lo componen. Cuando esto sucede y se crea cohesión grupal, son los propios miembros los que se proporcionan ayuda los unos a los otros. El dar apoyo a otros, nos hace ver lo útiles y valiosos que podemos llegar a ser cuando nos movemos y comportamos desde nuestra parte más amorosa y sana.
Finalmente, el trabajo en grupo, es algo ameno, divertido y que permite la realización de dinámicas y juegos que van a facilitar el descubrimiento de aquellos bloqueos que nos generan sufrimiento y no nos permiten avanzar.

Aprovechamos para anunciaros que en febrero en Rumbos se abre un grupo de Crecimiento Personal para adultos. Os dejamos el cartel con la información y el enlace a nuestra web para ampliarla. Pincha aquí.

Sara Sayago, Equipo Rumbos